Algo se muere en el alma...

Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va... o cuando se casa, que viene a ser lo mismo. Lo acompañas a la iglesia, como se acompaña a los difuntos, vestidos de traje, él y tú, y los familiares y amigos. Lo velas la noche entera, con su carita de muerto, y lo abrazas y lo besas en la frente. Bebes a su salud, porque esta noche aún está, delante tuya, de cuerpo presente como si dijéramos... y no te haces a la idea de que lo has perdido. Besas a su esposa, que está llorando... y le dices a los amigos: “Si es que ya le había llegado el momento...” Luego vienen los chistes, como en los velatorios.. y las frases de “anda que vas a estar en el cielo, campeón”, el consuelo de creer, sin pruebas y por fé, que pasa a mejor vida. Y por último te despides de él, porque va a comenzar el gran viaje, ya sea el de luna de miel, o el de la descomposición eterna, que viene a ser la misma cosa.

Yo estaba ahí esperando, a ver si el cura decía lo de “Si alguien tiene algo que decir”, pero no... se conoce que eso es solo de películas americanas. Yo pensaba decir a voz en grito: “Que no, que no se lo lleve la muerte, digo la novia, que es mi colega y aún tenemos muchas noches de luna por delante, que aún le quedan muchas esquinas por tropezar, muchas farolas por abrazar, muchos vecinos por despertar. Que no, que no se lo lleven aún.” Pero no dije nada, y prenderé el segundo crespón negro en mi alma por el segundo amigo que se muere, digo que se casa, porque lo realmente cierto, es que ya le ha llegado la hora. A cada cerdo de llega su San Martín, y dentro de lo malo... tal y como sería una muerte dulce, será un matrimonio dulce, porque ella lo quiere, ella es encantadora, y él la ama, y nos deja.

Va por tí...