Llegaba yo del trabajo, (un calor ....) iba en dirección al mercadona haciendo gala de mi impecable estilo en el vestir: Vaqueros y zapatillas de playa. Como consecuencia de la inavitable ley gravitacional, al llevar ese calzado el borde de los pantalones estaba rozando el suelo. Decidí meter un dobladillo hacia dentro de la pernera para evitar el mal que me aquejaba. Tomé posiciones y comencé la operación en el primer escalón de un portal cualquiera, y cuando iba por la segunda de mis tres piernas, una señora abrio la puerta de sopetón, y me miro sin decir nada pero como diciendo: ¿Que tramas? bribón, alfeñique, malandrín...
Como vereis, la mirada era expresiva a la vez que maliciosa, pero yo me rehice, me incorporé y le dije a la señora que no se preocupara, que me estaba poniendo bien el pantalón y que proseguiría mi periplo. Y así continué mi andadura, injuriando (para mis adentros) a la desconfiada señora y adjudicandole oficios que (probablemente) no ejerza. Y es que me sentó muy mal señores ... muy mal ... yo soy un trabajador, una persona que es honrada a la par que amable con sus semejantes.
Luego en el mercadona reflexioné, y me dije a mi mismo ... ¿Que iba a hacer la pobre señora, si es que ella y tú (ambos los dos) vivís en la peor zona del barrio? ¿Qué le importa a ella lo que pienses tú? Pues también es verdad. Así que ahora estoy en casa, con un gin-tonic, y unos bocatas de atun, mayonesa y pepinillos, habiendome he desahogado y viendolo con menos importancia.